"La yurta es nuestro hogar, nuestra alma": una entrevista con una dinastía de artesanos de Karagandá

"La yurta es nuestro hogar, nuestra alma": una entrevista con una dinastía de artesanos de Karagandá

La familia Kanatbayev de Karagandá no solo son artesanos, sino también guardianes de las tradiciones kazajas. Durante más de 20 años, los esposos Gabit Kulmuratovich Kanatbayev y Bakira Berdikabulovna Seitnazarova han dirigido juntos su propio taller de producción, donde crean verdaderas obras de arte: yurtas kazajas. Su negocio se ha convertido en un asunto familiar: los hijos, los primeros estudiantes, continúan la trayectoria de sus padres. Hoy en día, las yurtas de esta familia se pueden ver en Italia, Rumanía, Emiratos Árabes Unidos, China, Rusia, Croacia e incluso en la embajada estadounidense en Astaná.

Hablamos con los fundadores de esta dinastía artesanal sobre el significado de la yurta kazaja, el papel de las tradiciones en la actualidad y cómo transmitir su oficio a las generaciones futuras.
Cuéntenos por qué la yurta se convirtió en el significado de su oficio.
Gabit Kanatbayev: La yurta es un símbolo del estilo de vida kazajo. Lo combina todo: historia nómada, valores familiares, arte y conexión con la naturaleza. No es solo una casa, sino una metáfora viviente de nuestro pueblo. Su cúpula, el shanyrak, es un símbolo del cielo y la familia, y también está representada en el escudo de armas de Kazajistán. En el interior, todo está dividido según el estilo de vida tradicional: hombres, mujeres, espacio para ancianos e invitados. Esto es tanto una forma de vida como una visión del mundo.

Bakira Seitnazarova: Siempre decimos: «La yurta es nuestro hogar, nuestra alma». Nace de materiales naturales, creada a mano, con amor y significado. Incluso hoy, cuando la tecnología está por todas partes, personas de todo el mundo siguen recurriendo a nosotros. Porque la yurta es un símbolo que llega al corazón.

¿Cómo está organizado su negocio familiar?

Gabit Kanatbayev: Tenemos una división clara. Me encargo de la parte masculina, trabajando la madera: creo kerege, uyk y shanyrak. Este es un proceso que requiere mucha mano de obra, desde el doblado al vapor del sauce hasta el pulido y la fijación. Todo el proceso se realiza sin clavos; todo está hecho de tendones y cuerdas, como nuestros antepasados.

Bakira Seitnazarova: Me encargo de la parte decorativa: fieltro, adornos, bordados, diseño de interiores. Se trata de tekemets, syrmaks, bau, tuskiiz. Nos aseguramos de que todo sea auténtico: en cuanto a símbolos, colores y significado.

Gabit Kanatbaev: Los niños nos acompañan desde pequeños; al principio ayudaban, ahora hacen los pedidos ellos mismos y participan en festivales. No somos solo una familia, somos una escuela.

Nuestras yurtas se instalan en días festivos y en embajadas.

¿Quién encarga yurtas kazajas hoy en día y con qué propósito?

Bakira Seitnazarova: Clientes muy diversos: particulares, empresas nacionales, museos, organismos gubernamentales. Hay yurtas en Italia, Rumanía, China y Croacia. Una de nuestras yurtas se instaló en la Embajada de Estados Unidos en Astaná; se utiliza para recibir a invitados distinguidos. Se encargan tanto para los Nauryz como para formar parte de un interior étnico permanente.
Gabit Kanatbayev: Cada vez más jóvenes kazajos en el extranjero desean tener un símbolo de su patria. Fabricamos yurtas no solo como estructuras temporales, sino también para la vida cotidiana: aisladas y adaptadas a diferentes condiciones.

¿Qué hace especial a la artesanía kazaja y cómo la conservan?

Bakira Seitnazarova: Cada adorno no es solo un patrón, es un código. El koshkar muyiz es un símbolo de fuerza y ​​riqueza, el osimdik ornegi es un símbolo de vida y naturaleza, y el tumarsha protege contra el mal de ojo. Explicamos el significado de estos símbolos a los jóvenes para que no se limiten a copiar, sino que comprendan lo que están creando.

Gabit Kanatbaev: No comprometemos la calidad: solo madera de sauce, fieltro de lana de oveja, todo está hecho a mano. Nuestra misión es preservar la autenticidad y el alma. Hoy en día, la artesanía se está poniendo de moda. Y esto es gratificante.
¿Cómo valoras el interés de los jóvenes por la artesanía hoy en día?
Gabit Kanatbaev: El interés está creciendo en las ciudades. Los jóvenes se sienten atraídos por sus raíces y quieren comprender la cultura. Muchos asisten a clases magistrales, ven TikTok, donde muestran el proceso, y se inspiran.
Bakira Seitnazarova: Nosotros mismos impartimos talleres y participamos en festivales étnicos. Es asombroso cómo los jóvenes kazajos están redescubriendo el fieltro, la madera y los adornos. Pero en los pueblos, no todo es tan sencillo: se van, no hay nadie que les transmita el conocimiento. Por eso, es fundamental desarrollar la artesanía como parte de la industria creativa; no es el pasado, sino la capital del futuro. ¿Qué es lo más importante para ti en este trabajo?
Bakira Seitnazarova: Esto es más que un negocio. Sentimos que estamos reviviendo el espíritu, haciendo que la gente se sienta parte de algo grande. A través de la artesanía, transmitimos amor por la patria, la familia y la naturaleza. Gabit Kanatbayev: El sueño de todo artesano es dejar huella. No solo crear algo hermoso, sino transmitir conocimiento, ponerle el alma. Creemos: mientras la tradición viva, la gente vivirá.
Hoy, en la era de la digitalización, el trabajo manual cobra especial valor.

Una yurta no es solo un homenaje al pasado, sino un puente hacia el futuro. Conecta generaciones, da raíces y alas. Y son artesanos como la familia Kanatbayev quienes ayudan a preservar este patrimonio vivo, para Kazajistán, para el mundo y para las generaciones futuras.

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22.06.2025