Para los kazajos, la yurta siempre ha sido más que un hogar. Simbolizaba el hogar, las raíces, la unidad espiritual de la familia y la conexión con la naturaleza. Hoy en día, esta antigua vivienda está recibiendo una segunda vida gracias a los entusiastas que combinan la tradición con la tecnología moderna. Una de esas personas es Altynai Tanirbergenova, fundadora de la producción de yurtas de chapa de abedul. Su equipo crea yurtas ligeras, ecológicas y duraderas, conservando su significado sagrado y haciéndolas cómodas para la vida en el siglo XXI.
En una entrevista con Qazaq Culture, Altynai habló sobre cómo surgió la idea de revivir las yurtas, por qué las considera un lugar de poder y lo que significa para ella vivir bajo el shanyrak.
¿Recuerda el momento en que decidió dedicarse a la producción de yurtas?
— Soy ingeniera y economista de formación y, más tarde, tras el nacimiento de mi tercera hija, me formé como psicóloga. Trabajé en la fundación BI Zhuldyzai, donde trabajábamos con niños con necesidades especiales. Vi el amor con el que los profesores se comunicaban en kazajo, y fue entonces cuando despertó en mí un profundo apego a nuestra lengua y cultura. Empecé a leer libros, a estudiar las tradiciones y a sumergirme cada vez más en la etnocultura. En 2015 dejé la fundación y empecé a trabajar por mi cuenta: ayudaba a mujeres en situaciones difíciles y pensaba en el desarrollo del etnoturismo. Me parecía que no teníamos una comunidad que transmitiera sistemáticamente el valor y la riqueza de la cultura nómada. Así nació la idea de revivir las yurtas.
¿Por qué precisamente una yurta? ¿Y por qué la llama no solo un hogar, sino una tecnología de ahorro ecológico?
— La yurta es única por su forma redonda. Armoniza el cuerpo: incluso pasando media hora en su interior, una persona siente cómo mejora su estado psicoemocional. No es solo una vivienda, es un espacio que afecta a la salud y a la conciencia. Entendí que si los extranjeros vienen a Kazajistán, lo primero que deben ver es la yurta como símbolo de una cultura rica. Y una yurta de verdad, hecha de materiales naturales.
¿Cuál es para usted el significado sagrado de la yurta?
— En el amor a su código genético. La yurta es un símbolo de la familia, del calor y del hogar. Nos recuerda nuestras raíces y el legado que debemos preservar. Para mí, la yurta tiene que ver con recordar quiénes somos y de dónde venimos. «Made in Qazaqstan»
Mencionó que utiliza máquinas especialmente diseñadas. ¿Qué tienen de especial?
— Hemos revivido las antiguas tecnologías manuales, pero las hemos modernizado con hidráulica. Ahora estamos formando a artesanos y ampliando nuestra plantilla. Todas nuestras yurtas son fabricadas por artesanos nacionales. Es realmente Made in Qazaqstan.
¿Por qué eligió la chapa de abedul?
— Es un material probado por el tiempo. Hacemos hasta 30 capas y, como resultado, obtenemos una base muy fuerte y duradera. Esta chapa no se hincha, no se rompe y la yurta puede durar décadas. Queremos que la yurta no sea una «compra de un solo día», sino que se transmita de generación en generación, preservando los valores de la familia bajo un mismo shanyrak.
¿Cómo reacciona la gente, especialmente los jóvenes, a las yurtas hoy en día?
— Muy positivamente. Los jóvenes buscan sus raíces, les interesa la historia y nuestra tarea es contarla correctamente. Mostrar que la yurta no es arcaica, sino una tradición viva que puede existir orgánicamente en el mundo moderno.
¿Cuánto tiempo se tarda en montar su yurta? ¿Qué tan móvil es?
— Se puede montar con bastante rapidez. Nuestra yurta es muy ligera: si antes solo un hombre podía levantar el shanyrak, ahora una mujer puede hacerlo fácilmente. La pintamos en hermosos tonos de madera para mantener un ambiente cercano al espíritu de nuestros antepasados.
¿Cómo ve el desarrollo de su empresa y la popularidad de las yurtas?
— Estamos negociando con socios, queremos entrar en el mercado extranjero. Nuestro objetivo es que todos los residentes de Kazajistán tengan la oportunidad de colocar una yurta en el patio de su casa. Ahora también estamos preparando yurtas para alquilar.
Para usted, ¿la yurta es un negocio, una misión o algo más?
— Es definitivamente más que un negocio. Yo misma vivo y duermo en una yurta con mi marido. Para mí, la yurta es un regreso a uno mismo. Todo allí es natural, ecológico. Esta es mi misión: crear yurtas que se conviertan en nidos ancestrales para las familias. En el futuro, planeamos desarrollar yurtas de varias habitaciones para que las familias puedan vivir bajo un mismo shanyrak en el sentido literal.
Si tuviera que describir la yurta en tres palabras, ¿cuáles elegiría?
— Hogar común, corazón, lugar de poder.