Опера «Хан Султан. Алтын Орда» в Uzbekistán: una ópera sobre una mujer que cambió el curso de la historia

Опера «Хан Султан. Алтын Орда» в Uzbekistán: una ópera sobre una mujer que cambió el curso de la historia

El 14 de noviembre, en el escenario del Gran Teatro Académico Estatal Alisher Navoi en Taskent, se presentó una gran producción del KazNTOB nombrado en honor a Abay, dirigida por Hamit Shangaliyev y bajo la dirección de Davide Livermore, uno de los representantes más destacados de la ópera europea contemporánea.

Esta obra transporta al espectador al mundo de la Horda de Oro, un espacio donde los destinos de los gobernantes se entrelazan con las voces de la estepa, donde el poder es una prueba y las tradiciones entablan un diálogo tenso con los cambios. Gracias a la música poderosa, la dirección visual y la profunda dramaturgia, la ópera revela la historia de una mujer cuya fuerza y sabiduría fueron el motor de una época.

La ministra de Cultura e Información de Kazajistán, Aida Balaeva, asistió al estreno, así como los jefes de los departamentos culturales de los países de Asia Central y el ministro de Cultura de Azerbaiyán, lo que destacó aún más la magnitud y el estatus internacional del evento.

La directora del Teatro Nacional Kazajo de Ópera y Ballet Abay, Aynur Kopbasarova, compartió con la redacción de Qazaq Culture que esta presentación fue una de las iniciativas culturales más destacadas que subrayan el fortalecimiento de los lazos humanitarios entre los países de Asia Central.

Ella contó cómo nació la idea del proyecto, por qué la historia de Jan Sultán es importante hoy y cómo el equipo internacional logró crear un espacio artístico multifacético donde el pasado cobra vida ante el público contemporáneo.

— Por favor, cuéntenos cómo surgió la idea de crear una ópera sobre Jan Sultán, una mujer que se convirtió en símbolo de fuerza, inteligencia y poder en la época de la Horda de Oro.

— En los últimos años en Kazajistán se habla mucho sobre el papel de la mujer en la sociedad, pero si se mira más profundamente, se hace evidente que la mujer siempre ha estado en el centro de la vida de nuestro pueblo. Ella es la guardiana del linaje, el símbolo de la estabilidad, el puente entre generaciones. Cuando se habla de grandes hombres, tenemos crónicas, documentos, archivos. Pero las imágenes femeninas a menudo se disuelven entre mitos y expectativas sociales, como si la cima del destino femenino fuera ser impecable. Yo quería mostrar a una mujer diferente: viva, sensible, compleja y al mismo tiempo increíblemente fuerte.

Jan Sultán la conocí estudiando la historia de los chingüizidas, especialmente la línea de Jochi Kan. Sumergirme en las crónicas y consultar con historiadores me reveló una imagen sorprendente: una mujer que pasó de ser cautiva de noble linaje a esposa y aliada de Jochi, y luego regente de sus hijos. En ella se entrelazan de manera sorprendente la fuerza y la vulnerabilidad, la fragilidad y el poder.

Desde entonces, ya veía mentalmente las escenas: la luz, los trajes, los acentos musicales. El proyecto vivía en mí como una visión de producción. Tras la aprobación de la idea, comenzó la etapa más inspiradora: buscar aliados. Así se unieron al proyecto el dramaturgo Almas Nussip, el director Davide Livermore, el compositor Hamit Shangaliyev, el libretista Maraltay Ybyrayev, la escenógrafa Eleonora Peronetti y la diseñadora de vestuario Aynur Yerimbetova. La precisión histórica fue supervisada por destacados investigadores de la Horda de Oro: el profesor Nurlan Atygaev, el historiador Ilnur Mirgaleev y el profesor Ilyas Kemaloglu. En total, más de 300 personas ensayaron bajo la dirección del segundo director, y la llegada de Livermore un mes antes del estreno fue el impulso final.

— Su idea une historia y arte contemporáneo. ¿Cómo lograron encontrar el equilibrio entre la reconstrucción del pasado y la interpretación artística?

— Nuestro objetivo no era simplemente trasladar los eventos del pasado al escenario, sino revivirlos para que respondieran al espectador moderno. La historia no es una vitrina de museo, es un organismo vivo que requiere reflexión, sentimiento y diálogo.

Creamos un espectáculo donde cada acorde, cada imagen visual, cada movimiento revela la complejidad de la época. Sí, nos basamos en hechos históricos, pero al mismo tiempo planteamos preguntas que no tienen respuestas claras. ¿Qué puede contarnos Jan Sultán hoy? ¿Qué sabiduría lleva a la gente del siglo XXI? ¿Qué errores del pasado debemos ver para no repetirlos en el futuro?

La línea entre la reconstrucción y la interpretación artística se cruza cuando el espectador comienza a buscar sus propias conexiones significativas. Ya no es solo historia, es una experiencia que nace aquí y ahora. En el centro de la ópera está el destino de una mujer que estuvo en los orígenes de un gran imperio.

— ¿Se puede decir que esta producción trata sobre la fuerza femenina, la maternidad y la responsabilidad hacia el futuro?

— Sin duda. «Jan Sultán» no es solo sobre poder y política. Es la historia de una mujer que logró conservar su hogar, resistir en circunstancias increíblemente difíciles y alcanzar el estatus de una de las figuras más influyentes de la época. Es madre, esposa y líder. Una mujer cuyas decisiones determinaron el destino de los pueblos.

La ópera plantea preguntas muy importantes: ¿Cuál es la fuerza de la mujer en la historia? ¿Por qué su contribución a menudo queda en la sombra? ¿Cómo cambia el mundo cuando una mujer en el poder piensa no solo en términos políticos, sino también en términos de maternidad, cuidado y futuro?

Queríamos mostrar la fuerza femenina no como oposición a la masculina, sino como una fuente independiente, profunda y creativa.

— La producción une elementos de las culturas kazaja y uzbeka. ¿Cómo ve este puente cultural?

— Es uno de los significados clave del proyecto. La Horda de Oro fue originalmente un espacio donde se entrelazaban las culturas de diferentes pueblos. Kazajistán y Uzbekistán están históricamente conectados por un patrimonio común, códigos mentales y tradiciones espirituales. Nuestra ópera refleja esta conexión a través de la música, la plasticidad del movimiento, los trajes y los símbolos. Queríamos mostrar que la cultura no es una frontera, sino un puente. Y este puente es especialmente importante hoy.

— La simbología del olmo y el águila ocupa un lugar importante en la imagen visual de la producción. ¿Cómo la interpreta?

— Correcto, el olmo simboliza las raíces. Es la conexión de Jochi con los antepasados, la continuidad del linaje, la herencia espiritual que vive en los descendientes. El águila representa la altura, la libertad, el avance. Juntos crean una imagen de estabilidad y un eje interior que impide que la personalidad se disuelva en el tiempo. Es un símbolo no solo del pasado, sino del espíritu orientado al futuro.

— El proyecto reunió a compositores, dramaturgos, académicos y un director de talla mundial. ¿Qué fue lo más difícil: convencer, inspirar o mantener la integridad de la idea?

— Lo más difícil fue sincronizar diferentes mundos creativos. Cuando se reúne un equipo de personalidades tan destacadas, cada uno aporta su visión artística. Es necesario encontrar un punto donde esas visiones converjan en una sola dirección.

Pero ahí está la esencia de la creatividad: en el diálogo, en la búsqueda, en el respeto mutuo por el profesionalismo. Y logramos crear un espacio donde cada maestro se reveló a su manera sin destruir la integridad del concepto.

— ¿Qué le impresionó especialmente del trabajo de Davide Livermore?

— Cuando Livermore entró en la sala, la atmósfera cambió literalmente de inmediato. No es solo un director, es un mentor, artista y psicólogo. Ve a cada actor como una personalidad, revela su individualidad, trabaja no solo con la voz y la expresión corporal, sino también con el estado interior. Con él, la compañía empezó a respirar diferente: más profunda, libre y valiente.

— ¿Qué escena de la ópera es la más emotiva para usted?

— Hay una escena que cada vez me causa una emoción interna. Es el momento en que Jan Sultán envía a su hijo a Batu. Es madre, es gobernante, es una mujer que sabe que ese paso cambiará el destino de su hijo y de toda la dinastía.

En el segundo acto, la viuda Jan Sultán aparece con un atuendo majestuoso, atraviesa la lucha por el poder y busca apoyo en el espíritu de Gengis Kan. Su hijo Berke crece, vence y regresa a ella justo en el momento en que su camino terrenal termina y su espíritu se une nuevamente con Jochi. En esta escena está todo: tragedia, grandeza, dolor, amor, responsabilidad y destino del estado.

— ¿Qué le gustaría decir a los espectadores antes de que comience la obra?

— Diría esto: «Hoy verán la historia de una mujer cuya ternura, fuerza y sabiduría dejaron una huella en la historia. Que su camino sea un recordatorio de la importancia del papel de la mujer en la cultura, la sociedad y el destino de los pueblos. Que esta obra los inspire y les ayude a ver a esas mujeres cuyos nombres a menudo quedan fuera de escena, pero cuya energía y amor allanan el camino para las futuras generaciones.»


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07.12.2025