Sársenov Ertái Altáievich es artesano, pedagogo, miembro de la Unión Euroasiática de Diseñadores y de la Unión de Diseñadores de la región de Abái. Elabora adornos e instrumentos nacionales a mano, educa a adolescentes en la ciudad de Koshí y continúa el trabajo que comenzó mucho antes de su nacimiento: en su familia, el amor por la artesanía se transmite de generación en generación. En la entrevista, cuenta cómo la madera, la plata y los ornamentos kazajos se han convertido para él en un lenguaje de conservación de la cultura.
Ertái Altáievich, usted representa ya a más de una generación de artesanos. ¿Cómo empezó todo en su familia?
— Nací en la región de Abái, en el pueblo de Zhanátilek. Mi padre era profesor de trabajo, como lo soy yo ahora. Se dedicaba a la artesanía, como su padre, mi bisabuelo. Era cazador, trabajaba con cuero, hacía cosas útiles en la vida cotidiana. Desde pequeño observé este trabajo y también empecé a trabajar con la madera. Luego ingresé en la facultad de arte en la especialidad de artes decorativas aplicadas. Después de mis estudios, regresé a mi pueblo natal y comencé a enseñar artesanía a los niños.
¿A qué se dedica como maestro? ¿Y qué es importante para usted en el estilo nacional?
— Trabajo principalmente con madera y plata. Creamos kobizes, dombras, hacemos adornos, ornamentos. A menudo utilizo el motivo «qoshqar múiiz», cuerno de carnero. Es un símbolo antiguo, considerado un amuleto. También utilizo en mi trabajo motivos de los sacos, pinturas rupestres que se encuentran en las estepas. Para mí es importante que los adornos tengan no sólo un significado estético, sino también cultural. La plata no es sólo bonita, sino que cura, purifica, mata los microbios. No en vano, en la tradición kazaja, la mujer debía llevar objetos de plata.
¿Cuánto tiempo lleva hacer un artículo? ¿Y qué técnicas considera las más difíciles?
— Todo depende de la complejidad. A veces, un juego puede tardar hasta un mes. De media, un adorno tarda una semana. Lo más laborioso es la filigrana. Se trabaja con un alambre muy fino, con el que se crea un adorno. Es una técnica larga y minuciosa, pero el resultado merece la pena: resulta fino, elegante y rico. Todo lo hago a mano, lo que le da un alma al artículo. Por eso mis trabajos encuentran eco: se compran, se llevan.
¿Dónde se inspira? ¿Qué papel cree que desempeña la artesanía en la cultura?
— La inspiración llega de diferentes maneras. A veces a través de los acontecimientos de la vida. A veces tengo sueños. Y a veces simplemente pongo música y surge la idea. Para mí, la artesanía es más que un hobby. Tengo un trabajo principal, enseño a los niños, pero a través de los adornos quiero transmitir el código cultural. Nosotros, los maestros, estamos obligados a preservar nuestra identidad nacional para que no desaparezca. Participo en ferias, he presentado mis productos incluso en los Juegos Mundiales de Nómadas. Los extranjeros también se interesan a menudo, compran, preguntan.
¿Cuál es su artículo más importante? ¿Y con qué sueña como maestro?
— Sabes, creo que el artículo más importante aún no lo he hecho. Todavía está todo por delante. Tengo más de 18 años de experiencia a mis espaldas, pero sueño con que mis obras pasen de la artesanía al arte. Que algún día mis nietos o alumnos abran un cofre con mis productos y digan: no son sólo adornos, son parte de nuestra historia.
Cabe destacar que cada producto de Ertái Altáievich no es sólo obra de sus manos. Es un mensaje del pasado, traducido al lenguaje del presente. A través de la madera, la plata, la tela y los dibujos transmite un sentido del tiempo, para que no olvidemos la singularidad de nuestra historia y nuestro código nacional.