
En noviembre, en la Galería Estatal Tretiakov en Moscú, dentro del marco de los Días de la Cultura de Kazajistán, se inauguró la exposición «Obras maestras del arte de Kazajistán». Este proyecto, dedicado al 90º aniversario del Museo Nacional de Artes Abilkhan Kasteev, se convirtió en un importante evento cultural que destacó los estrechos vínculos entre Kazajistán y Rusia.
La exposición, que estará abierta hasta el 23 de noviembre, presenta al público las obras de destacados escultores kazajos: Tulegen Dosmagambetov, Erkin Mergenov, Olga Prokopyeva y Esken Sergebaev. Sus obras reflejan una amplia gama de búsquedas creativas y corrientes artísticas que definieron el desarrollo de la escultura kazaja del siglo XX.
En una entrevista con Qazaq Culture, Tatiana Gubánova, especialista principal del departamento de exposiciones internacionales de la Galería Tretiakov, trabajadora distinguida de la cultura de Rusia y ganadora del premio Tretiakov, habló sobre cómo se creó el proyecto, las ideas que lo fundamentaron y las reacciones del público.
Tatiana Polikárpovna, ¿puede contarnos cómo surgió la idea de realizar una exposición de artistas kazajos precisamente en la Galería Tretiakov?
— La idea no fue casual. Surgió tras una reunión entre la ministra de Cultura de Rusia, Olga Lyubimova, y la ministra de Cultura e Información de Kazajistán, Aida Balaeva, donde se discutió el programa de los Días de la Cultura Kazaja en Moscú para 2025. Ese mismo año se celebraba el 90º aniversario del Museo Nacional de Artes Abilkhan Kasteev, institución clave que formó la escuela artística kazaja.
La combinación de estos eventos fue una excelente oportunidad para realizar un gran proyecto cultural que no solo presentara las mejores obras del arte kazajo, sino que también simbolizara el diálogo cultural entre nuestros países. La Galería Tretiakov no es solo un museo del arte nacional ruso, sino un espacio donde convergen las tradiciones artísticas de los pueblos de todo el espacio postsoviético.
Además, la propia Tretiakov posee una colección extensa y en gran parte única de obras de artistas kazajos del período soviético. Estas obras se convirtieron en un puente entre el pasado y el presente, permitiendo incluir en la exposición lienzos raros y así mostrar la continuidad generacional y el desarrollo de la escuela nacional de pintura y escultura en el contexto de la historia del arte mundial.
Queríamos que esta exposición fuera no solo una demostración de obras, sino una narración sobre el camino que ha recorrido el arte de Kazajistán durante las últimas décadas, sobre las personas que lograron expresar en sus trabajos el espíritu de la época, la filosofía de la estepa y la armonía interna de la cultura kazaja.
¿Cuál fue la tarea principal que se propusieron al crear la exposición?
— Sobre todo, queríamos presentar al público los mejores ejemplos del arte plástico kazajo del siglo XX, desde sus fundadores hasta los artistas que definieron la estética del fin de siglo. Por eso la exposición comienza con obras de Abilkhan Kasteev, el maestro con quien realmente comienza la historia del arte profesional en Kazajistán. Sus pinturas sentaron las bases de la escuela artística nacional y marcaron la dirección para las generaciones futuras.
Luego, la exposición se organiza como un relato vivo sobre la continuidad: Aisha Galimbaeva, Gulfairus Ismailova, Sabur Mambeev, Kanfiya Telzhanov, Moldakhmet Kenbaev — artistas que supieron combinar tradiciones nacionales con un estilo realista, conservando el calor del alma y la sinceridad del mundo kazajo.
Después, el visitante se sumerge gradualmente en formas más audaces de expresión artística — en la obra de los «sesentistas» Salikhitdin Aitbayev, Shaimardan Sariyev, Tokbolat Togusbayev. Sus lienzos están llenos de energía interna, dinámica de color brillante y búsqueda de un nuevo lenguaje artístico.
Finalmente, el punto culminante es el tríptico filosófico de Kamil Mullashev «Tierra y tiempo. Kazajistán», donde en un solo espacio se unen el pasado, presente y futuro del país — como un símbolo de la continuidad de la memoria cultural y la fuerza espiritual del pueblo.
En la exposición se da un lugar especial a las obras de escultores kazajos. ¿A qué se debe esta decisión y qué papel juega la escultura en el concepto general de la exposición?
— La escultura ocupa un lugar especial en la historia del arte kazajo — sin ella es imposible imaginar una imagen completa del proceso artístico nacional. En la exposición están presentes obras de Tulegen Dosmagambetov, Erkin Mergenov, Olga Prokopyeva y Esken Sergebaev, maestros que lograron transmitir el carácter nacional y la fuerza interna a través de la plasticidad de la forma y la expresividad emocional del material.
Sus obras conviven armónicamente con los ejemplares rusos, creando un diálogo visual y semántico. En esta convivencia se manifiesta claramente la comunidad de tradiciones artísticas y, al mismo tiempo, la singularidad de la escuela kazaja, su entonación especial, energía plástica y profundidad filosófica.
Una de las decisiones interesantes adoptadas durante la preparación del proyecto fue no colocar la exposición en una sala separada, sino en un espacio dedicado al arte del siglo XX. Esta decisión llamó de inmediato la atención de críticos y espectadores, pues definió el contexto de la percepción de las obras kazajas en diálogo con la tradición artística rusa.
¿Podría contar con qué se relacionó esta decisión?
— Fue una decisión consciente. Queríamos crear un diálogo entre el arte ruso y kazajo, mostrar no solo las diferencias, sino también las semejanzas en el pensamiento visual de los artistas.
Cuando las pinturas de Kasteev, Ismailova o Telzhanov cuelgan junto a obras de maestros soviéticos rusos, el espectador inevitablemente traza paralelos: temas comunes, tonos similares, amor por la tierra, por el trabajador. Pero en las pinturas kazajas se siente una poética especial, conexión con la cultura nómada, sensación de espacio y luz.
Quisiera señalar que los visitantes y especialistas recibieron la exposición con gran interés. Para muchos fue una oportunidad rara de ver obras que durante décadas no salían de los fondos de los museos. Sorprendió a los espectadores que, con un volumen relativamente pequeño de exposición, los curadores lograran abarcar toda la evolución del arte plástico kazajo, desde sus orígenes hasta formas maduras, mostrando nombres clave, tendencias y logros.
Muchos notaron la consonancia entre artistas rusos y kazajos: la búsqueda de belleza en lo cotidiano, el profundo respeto por las tradiciones nacionales y la poética interior que une ambos mundos culturales.
¿Se puede decir que el público moscovita recibió la exposición con mucho interés y respondió positivamente?
— Sí, quedamos sinceramente impresionados por el nivel de interés en la exposición: en tres semanas la visitaron más de 40 mil personas. Muchos comentaron que era la primera vez que conocían Kazajistán a través de imágenes artísticas. Fue especialmente conmovedor ver cómo los niños del estudio del museo crean sus propias versiones de las pinturas vistas — la estepa, las yurts, los ornamentos nacionales cobran vida en su fantasía y creatividad.
Los especialistas del museo destacan el alto nivel de selección de los ejemplares. A pesar del tamaño relativamente pequeño de la exposición, permite seguir la evolución del arte plástico kazajo y comprender las principales direcciones artísticas. Pero quizás lo más valioso es que el proyecto se convirtió no solo en una exposición, sino en un verdadero diálogo cultural que une dos mundos artísticos.
En su opinión, ¿cuál es el principal logro de esta exposición y qué repercusión ha tenido entre el público y la comunidad profesional?
— Para mí, lo principal es la respuesta humana. La gente sintió la cercanía de dos culturas, sus raíces comunes y la aspiración a la armonía. Mostramos que el arte de Kazajistán es una parte importante del proceso artístico mundial.
Además, la exposición se convirtió en el prólogo para una mayor cooperación entre nuestros museos. Esperamos que en el futuro proyectos similares se conviertan en una tradición permanente — porque el intercambio cultural siempre genera inspiración mutua.
Y la última pregunta: ¿cómo define usted personalmente la misión del arte kazajo hoy?
— El arte de Kazajistán es un espejo de la identidad cultural. Guarda la memoria del mundo nómada, el respeto por la naturaleza y al mismo tiempo habla con un lenguaje moderno. A través de la pintura, la escultura y la gráfica puedes declararte como una nación capaz de ver la belleza, pensar filosóficamente y hablar con el mundo sin traductor — en el lenguaje del arte.